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Confinados en familia…numerosa. AGENCIA EFE

En casa de los Sanvicens-Catalina no hay lugar para el aburrimiento. El matrimonio formado por Alberto y Gema y sus seis hijos -Begoña, Andrés, Paula, Lucía, Esteban y Carmen- forman parte de ese escaso grupo de hogares que se revela la excepción a la regla y mantienen viva la llama de las familias numerosas.

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Ambos vienen de familias de siete y once miembros (entre los dos suman 34 sobrinos), según han explicado a Efe, pero lo de ser un núcleo numeroso las 24 horas es algo a lo no que estaban acostumbrados.

Así, confiesan que la declaración del estado de alarma para contener la expansión del COVID-19 les ha pillado algo desprevenidos, aunque, según ha confesado Alberto, tener un piso de 240 metros cuadrados «ayuda a mantener el caos a raya».

Este matrimonio burgalés afronta el confinamiento con «mucha paciencia». «A mí me está permitiendo conocer más a mi familia», ha confesado un padre que, a consecuencia de su trabajo de comercial en una empresa de maquinaria agrícola, se veía obligado a viajar con frecuencia.

Ahora, con un ERTE en ciernes, aprovecha este impás para formarse sin descuidar a los suyos porque, advierte, «en un minuto te cambia la vida».

Su familia es una de las 27.000 que tienen el ‘apellido’ de numerosas en Castilla y León, cuya federación de asociaciones preside Sanvicens en la Comunidad.

En su hogar, el despertador suena a las 09:00 horas y, tras el desayuno y el aseo, los cinco pequeños hacen los deberes que se descargan de la plataforma del Círculo Católico, mientras Begoña -la primogénita- se sumerge en los libros de cara a una EBAU que, en principio, será entre el 22 de junio y el 10 de julio.

«Soy la que peor lleva el aislamiento», ha admitido. Y es que esta estudiante de segundo Bachillerato tiene en mente estudiar Enfermería.

«Antes iba a la biblioteca y ahora tengo demasiadas distracciones», ha señalado temerosa de que su rendimiento baje.

Eso sí, valora el tiempo que pasa viendo películas o jugando al Trivial, Scrabble y Scattergories con sus hermanos.

«Les veo más relajados porque no tienen tantas cosas de las que estar pendientes», ha puesto de relieve Gema, que celebra el hecho de «no vivir a carreras».

La matriarca, lectora empedernida, hace sus tablas de ejercicios con Paula (14), la más deportista. Y es que la adolescente echa de menos sus partidos de baloncesto, aunque puede dedicarle más horas a la guitarra junto a su padre y a su hermana Lucía, que también toca el piano. Eso sí, tiene muchas ganas de volver a reencontrarse con sus compañeros, a los que sigue por Instagram.

A las 20:00 horas no faltan a su cita en el balcón para aplaudir a aquellos que están en primera línea de la crisis, y luego piden por ellos en el rezo de las vísperas antes de sentarse a cenar.

«Hacemos una compra fuerte una vez a la semana en el Mercado Sur de Burgos», ha precisado Alberto.

El sábado, tras darle a la limpieza y al bricolaje, reciben la visita de Quique Ybáñez, vicario de San Cosme y San Damián, y ya el domingo, para no perder las buenas costumbres, escuchan misa por YouTube antes de tomar el vermú en casa.

Carmen (8), la benjamina, echa «muchísimo de menos» a sus abuelos y cree que «es un poco agobiante que haya tanta gente en casa». Pero su hermana Lucía (13) le quita hierro al asunto: «Bailamos y cantamos».

Otro matrimonio que ha formado una familia numerosa es el de Mariano Caballero, vicepresidente de la federación regional de familias numerosas, y su esposa, María Teresa Cidón, que también tienen seis hijos, aunque la segunda, Carolina (27 años), vive en Logroño con su marido y sus tres pequeños.

Los demás llevan juntos el confinamiento de la mejor manera posible. «Tenemos a Jack, un yorkshire rubio, al que ahora sacamos todos», ha bromeado.

Este consultor de patentes y marcas ha asegurado estar «más liado que nunca» entre el trabajo y el tiempo que dedica a hablar con familiares y amigos.

No obstante, lleva «mal» lo de no poder «mover un poco las piernas». «Se añoran los paseos por el campo o por el barrio Húmedo», ha reconocido.

En su casa, un adosado entre San Andrés del Rabanedo y Ferral del Bernesga, en el alfoz de la capital leonesa, hay espacio para todos.

María Teresa cose mascarillas de tela, mientras él gestiona las reuniones por videoconferencia y sus hijos tele trabajan o estudian.

«Elena (24) está preparando las oposiciones de Magisterio y también las de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, mientras Inés (18) cursa un módulo superior de Sanidad», ha explicado.

Los chicos, Alejandro (28) y Miguel (26), son informáticos. Este último está desarrollando un programa para farmacias y fabricando pantallas protectoras para sus mostradores.

El mayor, que hace culturismo, es el que «más nervioso» se pone. «Todos los días iba al gimnasio y encima solo puede ver a su novia por Skype», ha señalado Mariano.

«La familia debe ser una piña», ha considerado sin dejar pasar por alto que el «respeto» es clave para que «la convivencia no sea un desastre».

Su hija más pequeña, Teresa (12), tiene una conversación todos los días con su tutora. «Ella es la que menos lo sufre», ha expuesto Mariano tras apreciar «intranquilidad» y «preocupación» en sus otros hijos que, «están a la espera de lo que va a pasar con su vida».

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